lunes, 29 de junio de 2015

EL HOMBRE DE LOS CARAMELOS: PSEUDOCIENCIA EN LA ESCUELA

Bien amigos, quizás sea hora de ir dando cuenta del por qué de la larga ausencia de nuestro querido podcast y la poca afluencia de artículos traducidos en estos últimos tiempos por este humilde blog escéptico. La razón, temas de salud aparte, ha sido que hemos estado enfrascados en la preparación de una charla escéptica que realizará Albert Reverter, uno de los componentes del Efecto Mcguffin, el próximo 11 de julio en Barcelona, dentro de esa hermosa iniciativa que se viene desarrollando desde hace ya algunos años en nuestro país y que se llama "Escépticos en el Pub" (EEEP). La cita y los detalles, en el cartel más abajo indicado; la polémica, servida, por el tema tan difícil que se intentará abordar y las ganas de encontrarnos con gente como tú, inmensas, de cara a compartir puntos de vista o simplemente conocernos. Y por supuesto, la promesa de que este verano, una vez acabada la charla, reiniciamos el podcast con fuerzas renovadas.


Todos recordaréis la advertencia, famosa en los 80 e incluso décadas antes, sobre el Hombre de los caramelos: "Si a la salida del colegio, un hombre te ofrece caramelos, no cojas ninguno porque tienen droga". ¿A quién no le decía esto su madre por aquella década? Más tarde, con los 90, llegarían las calcomanías que, avances tecnológicos mediante, decían que estaban impregnadas de LSD para engancharnos desde bien pequeños. La salida de la escuela pues, se asemejaba a traspasar una dimensión donde cualquier extraño esperaba para drogarte o secuestrarte. Todas estas historias, por supuesto, son leyendas urbanas. Leyendas urbanas con algún motivo moralizante para los niños ("No hagas caso de los extraños") que vendrían a suplir los cuentos como el de la Caperucita Roja que, al final, buscaba lo mismo, esto es, desconfiar de los desconocidos. 

Al final se trataba de una mentira piadosa por parte de los padres que intentaba eludir un mal mayor, y es así como el Hombre de los Caramelos de esta historia nunca existió, aunque siempre oímos terribles sucesos acerca de lo que le había pasado a tal niño u otro, de una ciudad lejana o próxima, que una vez aceptó la propuesta de tan enigmático personaje. El mayor peligro fuera de la escuela era, al final, una mentira. Pero lo que nunca sospechamos es que ese Hombre de los Caramelos había encontrado unas víctimas más propicias e ingenuas que los propios niños y no le hizo falta esperar fuera de esa escuela para engatusarlos, sino que sólo tuvo que entrar en ella. ¿Cuántos caramelos y calcomanías se ofrecen a los niños en las aulas con la promesa a los padres y profesorado de que aquella metodología es la definitiva para alcanzar la excelencia de los alumnos en todos los aspectos posibles, ya sean desde el razonamiento lógico matemático hasta la comprensión lectora?

Durante años diversos sindicatos, asociaciones pedagógicas y, por supuesto, el Departament d'Ensenyament de la Generalitat ha ofertado (y sigue ofertando) una amplia gamma de cursos de formación del profesorado que en gran parte cumple los objetivos que todo curso de formación debería tener: eso es, actualización de metodologías según las asignaturas y los descubrimientos científicos alrededor de cómo funciona el cerebro del alumno a la hora de aprender y cuáles son las mejores estrategias para que consiga acceder a un nuevo conocimiento de manera significativa, aprendizaje en el uso de nuevas tecnologías (como la pizarra digital por ejemplo) y reflexión sobre la acción docente en las aulas. 

Pero también durante años diversos sindicatos, asociaciones pedagógicas y, también, el Departament d'Ensenyament de la Generalitat ha ofertado (y sigue ofertando) una amplia gamma de cursos de formación del profesorado basados en la pseudociencia y la sinrazón del New Age, sin base científica (o peor, tratando como ciencia lo que sencillamente no lo es) ni efectos demostrados en la acción de enseñanza-aprendizaje del alumno. Como toda buena pseudociencia, es sencilla de entender hasta por el más lerdo del lugar, no precisa de grandes conocimientos previos ni práctica alguna para ser llevada a cabo, promete resultados de excelencia garantizada en caso de ponerse en práctica, no cuenta con ningún estudio serio que lo respalde más allá que el del propio supuesto "investigador" que la inventó en el mejor de los casos, y no ensucia, no mancha, no huele ni tiene efectos secundarios. 

La varita mágica a los problemas de comprensión lectora, expresión oral y escrita, cálculo mental, deducción, lógica, concentración, atención, desinterés, apatía, descoordinación motora, y cualquier otro problema que pueda tener un alumno. Y mucho del profesorado que entra a hacer estos cursillos, se hace militante y proselitista de esta panacea de la excelencia que tan bien vende y tan poco consigue.